El enfoque conductual de la evaluación se
centra en “identificar los tratamientos específicos del cliente, o sus sistemas
ambientales, que pudiesen requerir el cambio” (Kendall y Norton-Ford, 1988, p.
1). Los psicólogos que realizan evaluaciones desde esta perspectiva sostienen
que su meta es la obtención de “la información relacionada directamente con la
cuestión práctica de qué objetivos se deben perseguir mediantes cuáles
intervenciones clínicas en el caso de cada cliente” (Kendall y Norton-Ford,
1988, p. 4). En otras palabras, los datos recabados servirán para seleccionar
el mejor tratamiento a seguir en cada caso particular. Además, este tipo de evaluación
se enfoca en las conductas y características ambientales que pueden ser
observables directamente. De esta manera, la evaluación conductual está
dirigida a localizar las respuestas y las situaciones que las producen.
Dado que la perspectiva
conductual está orientada hacia la determinación ambiental de la conducta
(Phares, 1999), una de las características de la evaluación es su
especificidad, ya que atiende a pensamientos y comportamientos específicos
(Kendall y Norton-Ford, 1988). En efecto, el objetivo primordial de la
evaluación conductual es “la obtención de verdaderas interacciones del cliente
en las situaciones reales” (Kendall y Norton-Ford, 1988, p. 4). Como menciona
Roa (1995), lo relevante en la evaluación conductual son las interacciones que
se suscitan entre el ambiente y el organismo en el aquí y el ahora situacional.
Así, los evaluadores conductuales hacen una búsqueda de información antes,
después y durante de la intervención (Kendall y Norton-Ford, 1988).
El punto de vista conductual
asume que las conductas se plasman en el organismo por medio del aprendizaje y
el refuerzo. Estas últimas ideas permiten que en la evaluación se dirija la
atención hacia las unidades de análisis. Para la evaluación conductual las
variables analizadas son las conductas del individuo, las variables ambientales
y las variables personales y/o organísmicas (Roa, 1995). Cabe señalar que esta
clase de evaluación trata de seguir un método empírico. Las mediciones que
realizan los evaluadores conductuales se pueden aplicar en distintas y diversas
ocasiones, siempre con la finalidad de recabar información exacta y fidedigna.
Es decir, la evaluación es un proceso continuo que no termina sino hasta que
termina la intervención clínica (Kendall y Norton-Ford, 1988). Ahora bien, existen otras ideas que definen
este tipo de evaluación. En la Tabla 1 se presenta un concentrado de los rasgos
de la evaluación conductual.
Tabla 1. Premisas que definen la evaluación
conductual.
Nota: tabla elaborada a
partir del análisis de los textos de Kendall y Norton-Ford, 1988; Phares, 1999
y Roa, 1995.
En
el caso de la metodología para la evaluación conductual, se usa una amplia gama
de instrumentos y técnicas de medición –a diferencia de la evaluación
tradicional–. Justamente su base metodológica es la observación y
la experimentación; asimismo, los análisis y sus interpretaciones se realizan
con un alto rigor. Se puede decir que en esta perspectiva se aplica un método
hipotético-deductivo, bajo la línea experimental, al mismo tiempo que un el
método naturalista-experimental para analizar y observar la conducta (Garaigordobil,
1998).
La evaluación conductual no se
conforma con una forma de recabar datos; por el contrario, utiliza diversas
estrategias: la observación (tanto naturalista como controlada, así
como la analógica y las realizadas por otras personas), la entrevista, los
autoinformes, el automonitoreo, las medidas psicofisiológicas y cognoscitivas,
por mencionar algunas (Kendall y Norton-Ford, 1988; Phares, 1999). Cabe
resaltar que la observación directa de la conducta es
la técnica metodológica que más preponderancia tiene, específicamente la
llamada observación prolongada (Garaigordobil, 1998).
Desde el enfoque conductual, se usan instrumentos sensibles para detectar la ocurrencia de un
fenómeno, su temporalidad, sus condiciones, sus parámetros y la relación que
posee con otros fenómenos, se usan autoinformes verbales y se elaboran
cuestionarios como elementos de máxima validez (Garaigordobil, 1998;
Phares, 1995). Es decir, en cada etapa de la práctica evaluadora conductual se
emplean distintas estrategias para recabar datos, analizarlos e interpretarlos
con el fin de modificar ciertas conductas.
En síntesis, la evaluación
conductual se basa en la modificación o aprendizaje de conductas objetivas, que
deben ser observables y medibles. En este sentido, las técnicas utilizadas, así
como su metodología, se enfocan en aspectos puramente conductuales. De esta
manera, el objetivo principal de sus técnicas es crear, mantener o extinguir alguna
conducta.
Bibliografía
Garaigordobil,
L. M. (1998). La evaluación psicológica
como proceso. En L. M. Garaigordobil, (Aut.), Evaluación
Psicológica. Bases teórico-metodológicas, situación actual y directrices de
futuro (pp. 143-176). Salamanca:
Amarú Ediciones.
Kendall,
P. y Norton-Ford, J. (1988). Evaluación conductual (Cap. 10). Psicología Clínica: Perspectivas científicas
y profesionales. México: Limusa.
Phares,
J. (1999). Evaluación conductual (Cap. 9). Psicología
clínica: conceptos, métodos y práctica. México: Manual Moderno.
Roa,
A. (1995). Bases teóricas y conceptuales de la evaluación en psicología
clínica. En Roa, A. (Dir.), Evaluación en
psicología clínica y de la salud. Madrid: Cepe.