miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿Cuáles son las características de la evaluación cognitivo-conductual?

El enfoque conductual de la evaluación se centra en “identificar los tratamientos específicos del cliente, o sus sistemas ambientales, que pudiesen requerir el cambio” (Kendall y Norton-Ford, 1988, p. 1). Los psicólogos que realizan evaluaciones desde esta perspectiva sostienen que su meta es la obtención de “la información relacionada directamente con la cuestión práctica de qué objetivos se deben perseguir mediantes cuáles intervenciones clínicas en el caso de cada cliente” (Kendall y Norton-Ford, 1988, p. 4). En otras palabras, los datos recabados servirán para seleccionar el mejor tratamiento a seguir en cada caso particular. Además, este tipo de evaluación se enfoca en las conductas y características ambientales que pueden ser observables directamente. De esta manera, la evaluación conductual está dirigida a localizar las respuestas y las situaciones que las producen.
Dado que la perspectiva conductual está orientada hacia la determinación ambiental de la conducta (Phares, 1999), una de las características de la evaluación es su especificidad, ya que atiende a pensamientos y comportamientos específicos (Kendall y Norton-Ford, 1988). En efecto, el objetivo primordial de la evaluación conductual es “la obtención de verdaderas interacciones del cliente en las situaciones reales” (Kendall y Norton-Ford, 1988, p. 4). Como menciona Roa (1995), lo relevante en la evaluación conductual son las interacciones que se suscitan entre el ambiente y el organismo en el aquí y el ahora situacional. Así, los evaluadores conductuales hacen una búsqueda de información antes, después y durante de la intervención (Kendall y Norton-Ford, 1988).
El punto de vista conductual asume que las conductas se plasman en el organismo por medio del aprendizaje y el refuerzo. Estas últimas ideas permiten que en la evaluación se dirija la atención hacia las unidades de análisis. Para la evaluación conductual las variables analizadas son las conductas del individuo, las variables ambientales y las variables personales y/o organísmicas (Roa, 1995). Cabe señalar que esta clase de evaluación trata de seguir un método empírico. Las mediciones que realizan los evaluadores conductuales se pueden aplicar en distintas y diversas ocasiones, siempre con la finalidad de recabar información exacta y fidedigna. Es decir, la evaluación es un proceso continuo que no termina sino hasta que termina la intervención clínica (Kendall y Norton-Ford, 1988).  Ahora bien, existen otras ideas que definen este tipo de evaluación. En la Tabla 1 se presenta un concentrado de los rasgos de la evaluación conductual.

Tabla 1. Premisas que definen la evaluación conductual. 

Nota: tabla elaborada a partir del análisis de los textos de Kendall y Norton-Ford, 1988; Phares, 1999 y Roa, 1995.

En el caso de la metodología para la evaluación conductual, se usa una amplia gama de instrumentos y técnicas de medición –a diferencia de la evaluación tradicional–. Justamente su base metodológica es la observación y la experimentación; asimismo, los análisis y sus interpretaciones se realizan con un alto rigor. Se puede decir que en esta perspectiva se aplica un método hipotético-deductivo, bajo la línea experimental, al mismo tiempo que un el método naturalista-experimental para analizar y observar la conducta (Garaigordobil, 1998).
            La evaluación conductual no se conforma con una forma de recabar datos; por el contrario, utiliza diversas estrategias: la observación (tanto naturalista como controlada, así como la analógica y las realizadas por otras personas), la entrevista, los autoinformes, el automonitoreo, las medidas psicofisiológicas y cognoscitivas, por mencionar algunas (Kendall y Norton-Ford, 1988; Phares, 1999). Cabe resaltar que la observación directa de la conducta es la técnica metodológica que más preponderancia tiene, específicamente la llamada observación prolongada (Garaigordobil, 1998).
Desde el enfoque conductual, se usan instrumentos sensibles para detectar la ocurrencia de un fenómeno, su temporalidad, sus condiciones, sus parámetros y la relación que posee con otros fenómenos, se usan autoinformes verbales y se elaboran cuestionarios como elementos de máxima validez (Garaigordobil, 1998; Phares, 1995). Es decir, en cada etapa de la práctica evaluadora conductual se emplean distintas estrategias para recabar datos, analizarlos e interpretarlos con el fin de modificar ciertas conductas.
En síntesis, la evaluación conductual se basa en la modificación o aprendizaje de conductas objetivas, que deben ser observables y medibles. En este sentido, las técnicas utilizadas, así como su metodología, se enfocan en aspectos puramente conductuales. De esta manera, el objetivo principal de sus técnicas es crear, mantener o extinguir alguna conducta.


Bibliografía
Garaigordobil, L. M. (1998). La evaluación psicológica como proceso. En L. M. Garaigordobil, (Aut.), Evaluación Psicológica. Bases teórico-metodológicas, situación actual y directrices de futuro (pp. 143-176). Salamanca: Amarú Ediciones.
Kendall, P. y Norton-Ford, J. (1988). Evaluación conductual (Cap. 10). Psicología Clínica: Perspectivas científicas y profesionales. México: Limusa.
Phares, J. (1999). Evaluación conductual (Cap. 9). Psicología clínica: conceptos, métodos y práctica. México: Manual Moderno.
Roa, A. (1995). Bases teóricas y conceptuales de la evaluación en psicología clínica. En Roa, A. (Dir.), Evaluación en psicología clínica y de la salud. Madrid: Cepe. 


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